El 15 de marzo de 1943, la Fuerza Aérea de Chile recibió sus tres primeros anfibios PBY-5 “Catalina” en el Grupo de Aviación N°2, de la Base Aérea de Quintero, con los que incrementó considerablemente sus capacidades de patrullaje aeronaval y acrecentó el interés de alcanzar las lejanas posesiones insulares.
De hecho tan pronto pudo, el alto mando institucional dispuso realizar un vuelo exploratorio a Juan Fernández en el menor tiempo posible, lo que implicó el entrenamiento de la tripulación “en navegación astronómica y radiogoniométrica… a fin de practicar con la Radioestación de Juan Fernández perteneciente a la Armada, y estar en contacto permanente con ella, para saber en todo momento las condiciones atmosféricas reinantes en ese punto”. Previamente la Armada envió una de sus unidades para estudiar los lugares más apropiados para el amarizaje, el despegue y para determinar un fondeadero seguro y protegido donde amarrar el Catalina, por no contarse con una rampla para sacarlo del mar.
Considerando las características de la costa isleña, el informe recomendó evacuado “no efectuar ningún vuelo hasta que se ubique en reconocimientos posteriores una zona que no ofrezca las contingencias de la Bahía de Cumberland”. No obstante, lo más probable es que durante los vuelos de entrenamiento se sobrevolara la isla, por algunas fotografías aéreas que así lo demuestran, en tanto que el primer amarizaje de uno de estos aviones en la bahía Cumberland, frente al poblado Juan Bautista en la isla Robinson Crusoe se verificó finalmente el 24 de julio de 1945 en el PBY-5 N° 401 al mando del teniente 1º, Roberto Parragué S.
Nota* Al acorazado Almirante Latorre se le instaló una catapulta Cagniotto, por el técnico italiano en Talcahuano a comienzos de 1932. La catapulta de 14 metros para hidroaviones Fairey III-F, iba montada a popa y consistía en dos rieles sobre los cuales se hacía deslizar un carro mediante un mecanismo combinado de aire comprimido y elástico, que impulsaba al biplano hasta los 120 km/h. Cuando el sistema quedó listo, se izó al hidroavión y el 7 de marzo de 1932, se llevó a cabo el primer despegue de este tipo verificado en un buque de guerra perteneciente a una escuadra sudamericana piloteada por el teniente Teodoro Ruiz Diez.